CRISIS DE VALORES
Que estamos en crisis nadie lo niega ya (creo), pero que muchos han confundido el tipo de crisis que vivimos, es tan cierto como que hoy es hoy.
Hace un par de días, hablando con un buen amigo, que conoce mucha gente y que se ha movido mucho a lo largo y ancho de este mundo por los negocios que tiene, me confirmaba precisamente este extremo: que el problema no es la crisis económica, si no la crisis de valores que vivimos.
No existe respeto por la autoridad, los padres ya no son lo que eran (tampoco es que se maten por ejercer en muchos casos, todo sea dicho), no hay respeto al profesorado ni a la policía, ni siquiera se respeta la justicia. Por no respetar no respetamos ni al prójimo (ya sabéis, existe una cosa llamada diccionario donde podéis ver el significado de este “palabro”).
Desde mi humilde punto de vista, es la consecuencia directa de aquel golpe de estado sobre la educación que se dio en los años 80 y se prosiguió durante los primeros años 90. Se promulgó la desidia, la insurrección, la rebelión inmotivada y la objeción por defecto, derogando por decreto el esfuerzo, el trabajo, la constancia y el respeto, por ser considerados símbolos “fachas”.
Y hoy, con tan fértil caldo de cultivo, recogemos los frutos de lo que en su día sembraron los Felipes y Alfonsos: hoy tenemos grandes pandillas de descerebrados con carné (de conducir), con licencia para beber y destrozar simplemente por placer.
Y el Ministro de Educación se extraña de que España tenga las mayores tasas de abandono y fracaso escolar. Pero… ¿qué esperaba?
Por suerte, no es posible generalizar. Sin embargo, la cifra empieza a ser preocupante.
Por cierto, he dejado de fumar… (espero que dure)