Berta estrena vaqueros

Pues sí. Hoy. Con esta frase nos hemos ido esta mañana al cole. El pequeño correteando como siempre delante y detrás. La mayor colgada del brazo de su padre. Y nada más salir de casa, me ha soltado esa sentencia, sin venir a cuento. Así, porque sí, porque ella lo vale. Y su preciosa sonrisa ha llenado su cara de entusiasmo y a mí de alegría.

Me preguntaba por qué me he quedado pensando en esto. Supongo que porque en la educación que le estoy dando (yo siempre hablo por mí), algo de valor en las cosas le habré inculcado. El justo y necesario para que se sienta orgullosa de lo que tiene, sin sentir adoración por ello. Y lógicamente, cuando estrenas algo, te sientes más feliz. Retomando aquello de «como un niño con zapatos nuevos«. ¡Cuánto encierra esa frase!

He recordado a raíz de esto, esos sentimientos que tenemos hacia nuestras cosas: nuestra casa, nuestro coche, nuestro peluche, ese par de zapatillas especiales… Ese cariño que le coges a determinados objetos, que a la hora de deshacerte de ellos o de que desaparezcan de tu vida, te sientes triste en demasía. Otros, en cambio, como los vaqueros, te cuesta menos sacrificio despedirlos.

Decía que espero que hayan aprendido que a las cosas hay que darles el valor justo y necesario. Y no estoy diciendo que no haya que “quererlas” como los casos citados. Más bien me refiero al extremo opuesto, a aquello de no venerar nada, porque al fin, las cosas deben ser entendidas como lo que son, aunque les cojamos cariño.

A mí siempre me ha gustado cuidar y mantener mis pertenencias, hacer que me duraran en el tiempo. Creo que soy una de las personas del planeta a quien más le deben durar los zapatos. Y, especialmente de pequeño, me molestaban ciertas actuaciones tendentes a estropear aquello. Nunca me gustó el hecho de “estrenar” las zapatillas nuevas de un compañero. Seguramente porque siempre estaba el cerril indómito que se sobrepasaba en exceso, y lo mal que te sentías al ver tus zapatillas hasta ahora impolutas llenas de roces negruzcos. O la gracieta de dar el cachete a quien se pelaba (de nuevo estrenando), por el mismo motivo del cenutrio que siempre se pasaba de «gracioso«.

Volviendo al tema que nos centra, una vez leí un texto acerca de unos niños que ensuciaban el asiento trasero del coche nuevo de su tío. Mientras esperaban la reprimenda brutal de su padre/madre, el tío paso por encima de aquello como si nada, dándole sólo la importancia justa. O aquella foto, seguramente falsa pero no por ello dejaba de hacerte pensar, de la niña que había recibido una paliza de su padre/madre por un motivo parecido al descrito anteriormente. Desde entonces, siempre he tratado de recordarlo a la hora de reprender a mis hijos por alguna trastada. Y tratar que ellos pudieran entender que los objetos son útiles y se pueden querer, que hay que cuidarlos, pero nunca convertirlos en algo superior a las personas.

Pues eso. Que Berta ha estrenado vaqueros. Y hoy iba especialmente sonriente. Y como cada vez que los acerco al cole, se ha despedido unos metros antes de llegar…   Ainsss 🙂

Agradecer a LuceraDolls la cesión de la imagen para este artículo –  http://luceradolls.blogspot.com.es/

 

 

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