ARMAS DE DESTRUCCIÓN MASIVA (2)

ARMAS DE DESTRUCCIÓN MASIVA (2)

La Segunda arma de destrucción masiva moderna que quiero comentar es LA PRENSA ROSA ( O AMARILLA O MULTICOLOR…).

Por prensa rosa no se conoce aquella que precisamente sea delicada y dulce, si no más bien aquella que, basándose en buena parte en el rumor y en su herramienta fundamental, el cotilleo, se dedica a mantener inmóviles las células grises de una buena parte de la población, a base de inyectarles directamente en vena buenas dosis de modelitos inaccesibles, de casas impresionantes, de romances y cuernos de novelas, de imágenes increíbles de sus viajes y sus fiestas, etc.

Así, el nivel de inteligencia de la población decrece a un ritmo directamente proporcional (o exponencial) al que aumenta la cantidad de gentucilla de este mundo que pasa a la pantalla de televisión. Y lo peor del caso es que no sólo engancha sino que además, quien padece estos programas, habla de lo que allí cuentan como si fuera dogma de fe ( y el que no sepa lo que significa esto que lo busque en Internet)

No quiero poner nombres a esta prole de pseudo periodistas (porque aplicarles el calificativo de intelectuales me parece una soberana aberración), pero todo el mundo sabe perfectamente de quiénes estamos hablando. Y la verdad, que alguien cuyo mayor mérito ha sido en la vida ser hijo de…, o haber estado en la cama con … , pues creo que debería demostrar alguna dote más para que se le fiche en la televisión, aunque fuera hacer malabares con una naranja (tres sería mucho pedir…)

Por último, no quiero dejar pasar la ocasión de cebarme un poco con la audiencia, típica de estos programas: “no si yo no lo veo, pero me lo han contado…, o haciendo zapping lo vi… “. Veamos: si se ve, se asume y se apechuga con llevar esa cruz a cuestas. Pero claro, aquí entramos en un círculo vicioso: “si admito que lo veo, fulanito se lo contará a menganita, y a saber lo que van a hablar de mí…” O sea que volvemos al cotilleo y al rumor del primer artículo de esta serie de 2.

Ex nihilo nihil fit

Un Winston a la salud de Paquirrín (con perdón)

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