ARMAS DE DESTRUCCIÓN MASIVA (1)
No, no … No voy a hablar de Irak, ni de las ventosidades.
Ayer estaba viendo un documental en el que hablaban ya de las armas de destrucción masiva ideadas por los griegos, allá por los siglos III y IV antes de Cristo ( sic ). De todos es conocido el famoso mito del Caballo de Troya.
El propio Arquímedes ideó y diseñó algunas de estas armas de destrucción masiva. Cuenta el mito que gracias a los escudos cóncavos de sus guerreros conjugados con el sol, consiguieron que multitud de naves terminaran ardiendo en lo que se conoció como “el rayo de Arquímedes”.
Yo las comparaba con dos armas de destrucción masiva mucho más modernas e incluso eficaces.
La primera, la que trato hoy: EL RUMOR.
El rumor, ese “trepanante artefacto” que, sin medios físicos, es capaz de soterrar los cimientos más fuertes de cualquier persona o entidad. Su uso está muy extendido y difundido, gracias a una de sus más poderosas herramientas, especialmente en nuestro país: el cotilleo. A lomos del cotilleo, deporte nacional en España desde hace varias décadas (o incluso siglos diría yo), el rumor es capaz de recorrer la geografía física en pocas horas. Y sin Internet …
Incluso hemos podido comprobar las terribles consecuencias que pueden llegar a tener en una película: “Rumores que matan”. Y es que por desidia o por dejadez o por simple inoperancia, nos creemos a pies juntillas lo primero que nos cuentan, dándolo por real.
Hace poco, he podido comprobar cómo el rumor, manejado por un par de “amig@s” (conocid@s desde ahora) trataba de menoscabar mi vida privada. ¿Con qué objetivo? Ah, ni idea, supongo que con el mismo con el que suelen salir todos los rumores: malmeter, simplemente, por distracción.
Por supuesto, a mí no me ha afectado: estoy vacunado e inmunizado. Vamos, que me la suda…
Me pregunto qué hubieran hecho los griegos de haber sabido esto …
Una fumadita a vuestra salud