Brian y Cristian
En febrero de 2009 me sumergí en una batalla personal. Cuatro meses después, en mayo del mismo año, con enorme satisfacción, publicaba un escrito en el que por fin, tras unas semanas de tareas y gestiones, conseguía cumplir el sueño de una pequeña familia, a la que conocí de casualidad, gracias a encargarme de los correos que llegaban a través de la web del PPCV, donde sabéis que trabajo.
Va a hacer 5 años ya, y hace poco, hablando con María José, la madre de dos criaturitas a las que conseguimos sacar de un barrio marginal para ubicarlos en un pueblo del interior, me contaba con inmensa alegría que estaban felices, muy felices. Atrás quedaron las dudas, los temores, los “malos rollos”, las amenazas, los fundados miedos de una madre impotente ante situaciones que no podía controlar. Atrás quedaron falsos amigos y mala gente.
Cristian y Brian han crecido; sin miedos, sin otros problemas que los de una infancia normal, entre cabras, ovejas, leña, nieve y todo lo que se puede encontrar en un pueblo de interior en plena naturaleza; y rodeados de buena gente. Han aprendido a “buscarse” la vida entre árboles y adoquines, entre pastores y profesores, con muy poca ayuda y apenas tecnología, como antaño; han sabido lo que es tener que recoger leña para poder calentarse y han aprendido que si cuidas a las gallinas, te dan buenos huevos.
Me contaba que en el cole iban bastante bien, uno de ellos (no diré cuál :P) es un cerebrito, y el otro es un “George de la Jungla” en potencia. Y que colaboraban en la Iglesia, con el cura, haciendo de monaguillos, sin que nadie les hubiera incitado a ello. Y me daba las gracias por haber conseguido que sus hijos fueran realmente felices.
Recuerdo el día que fui a verlos, allá por mayo de 2010, aprovechando un viaje por otros motivos. Recuerdo lo bien que los vi, apenas un año después de estar allí, de haber pasado alguna dificultad y, aún así, ver el brillo de sus ojos, intenso hasta el punto de parecer casi irreal. Al principio me parecía que no eran conscientes de quién era yo. Error. Todavía siento aquellos dos pares de brazos agarrándose con una fuerza inmensa, a mi cintura, a mis piernas, cuando llegó el momento de despedirnos. Aquellos abrazos sinceros que decían mucho más que ninguna palabra.
Las palabras de María José, su madre, el otro día, cuando me decía: “Juan, lo mejor que tengo son mis hijos, y gracias a ti ellos son felices aquí. Muchas gracias”… ¿qué queréis que os diga? Pues sí, me siento feliz de haber contribuido a algo así en mi vida.
Mis mejores deseos para esa pequeña y humilde familia que ha descubierto lo que es vivir de verdad, que han descubierto lo que de verdad importa. Ojalá muchos pudiéramos conseguir lo mismo.
https://www.facebook.com/notes/juan-gas%C3%B3/sobre-la-ayuda-solicitada-urgente/68043926290
https://www.facebook.com/notes/juan-gas%C3%B3/-resuelto-en-busca-de-solidaridad-sos-/101181546290
2 Replies to “Brian y Cristian”
Nos complicamos la vida en busca de ideales de felicidad ficticios, cuando en realidad es algo más sencillo, más simple; ver a la gente que quieres feliz y libre de preocupaciones, es la máxima expresión de felicidad, aunque también para ser feliz también se necesita querer serlo.
Así es Emi, toda la razón.