Bajo plumas
No puedo más, le dijo sonriendo. Pero ella no le creyó. Su incredulidad le movió a volver a tapar con el edredón sus cuerpos desnudos. Dejó solo sus cabezas sin abrigar, solo un instante. Todavía notando en corazón golpear en el cartílago del esternón se escurrió hacia adentro y dejó al cargo de la almohada …