Erotismo en gris (Susi y yo)
Ya hacía tiempo que Susi y yo teníamos ganas de tocarnos, sentirnos, de deleitarnos mutuamente. Yo sentía la enorme necesidad de colocarme a horcajadas sobre ella y empujar, mientras mis manos y mis piernas la sujetaban con suavidad pero firmemente a la vez; sentir esas vibraciones, esa fuerza, ese palpitar a más de 6.000 revoluciones…
Al tiempo que mis manos retuercen sus orejas, ella se entrega y mientras se inclina a uno y otro lado, me lo da todo. Bueno, casi todo, porque no solemos pasar más allá de la línea roja que marca las 10.000 y pico revoluciones. Más que nada por conservar el motor.
Efectivamente. Como todos habréis adivinado, por fin Susi (mi moto) y yo hemos tenido una mañana de encuentro, de compartir sensaciones y gozos. Hoy tocaba ruta motera.
El jueves por la tarde, cuando la dejé perfectamente aposentada en su garaje, me miró, y con una expresión entre nostalgia y tristeza, me suplicó con sus ojitos de color ocre claro. Y yo, que soy un sentimental, pues no me pude resistir. Hasta ahora sólo habíamos podido compartir algún rato hasta el trabajo, ida y vuelta, y poco más. Yo también echaba de menos esas curvas insinuantes, las dos, las de la carretera y las de mi Susi, aunque ella es más bien angulosa. Pero tiene sus combaduras diestramente distribuidas y bien cuidadas. El mantenimiento es lo que tiene. Eso, la limpieza e hidratación y alguna cremita antiarrugas en forma de encerado y abrillantado, hacen que a sus casi 10 años se mantenga en muy buen estado; experta y veterana con la lozanía de la juventud que le da su brío, su alegría y esa carita que te mira y te derrite.
La verdad es que le doy sus buenas cositas: una buena alimentación (gasolina 98 y aceite de buena calidad), una buena vestimenta, sus articulaciones cuidadas y su musculatura puesta a punto, y un buen calzado para poder pisar firme y sin desagradable sorpresas. Vamos, que no puede quejarse. Todo eso es lo que provoca que luego me dé tanto placer.
Así que, tras esa mirada insinuante, no me pude negar y en minutos estaba comenzando a planificar la salida para disfrutar de nuestro amor y nuestras aficiones comunes. El empuje, la frenada, los planos inclinados y las buenas vistas. Y a Susi le cambió la expresión por completo. Sus ojillos comenzaron a brillar, se estiró bien inflando sus gomas y extendiendo sus estriberas, y comenzó a revisarse a fondo para poder gozar al máximo.
Yo, por mi parte, me sumergí en google maps al principio, y en Base Camp a posteriori, para trazar un recorrido lo suficientemente atractivo para ambos, a la vez que no excesivamente técnico ni demasiado largo, para afrontar la totalidad de la ruta con frescura y el mínimo cansancio posible. Y eso sí: con muuuuuuuchas curvas 😛
Y así pasamos la mañana, entre el gris del asfalto y de Susi, el negro de mi atuendo (que estiliza) y los tonos marrones, verdes y azules con los que me obsequiaba el paisaje. Las Dunlop TrailSmart se agarraban al asfalto (¿o era al revés?) como un chicle a la suela de la zapatilla cuando lo pisas, pero sin quedarse pegado. Y fuimos enlazando curvas y cambios de apoyo, y subidas de puertos de montaña, con sus correspondientes bajadas, siempre con los pretiles y guarda railes (cuando los había 😛 ) a la suficiente distancia. Disfrutando del ronroneo de las entrañas que, de vez en cuando convertía en un rugido estridente cuando se ponía contenta porque le acariciaba detrás de las orejas.
Gocemos de lo que tenemos, vivámoslo. Tenemos en la Comunitat Valenciana unas carreteras muy buenas, que llevan a sitios muy majos, alegrándonos la vista con unos paisajes y unas vistas magníficas, que nos erizan las pupilas y dilatan el vello. O algo así …