En la Puerta del Sol …
“En la Puerta del Sol, como el año que fue…” Así empezaba la canción de Mecano, “un año más”, que versaba sobre el final de año, tradicionalmente celebrado en el centro de nuestro país, en el centro de su capital. Este año no será así.
“Hacemos el balance de lo bueno y malo …” rezaba una parte de una estrofa. Y yo no he sido mucho de publicar este tipo de cosas.
Este año, todo el mundo dice que ha sido diferente. En realidad todos los años lo son. Solo que en esta ocasión, los hechos nos han trastocado nuestra habitual rutina, y han puesto en jaque esa estabilidad, esa aparente seguridad de la que disfrutábamos.
Casi todo el mundo habla de que este año le ha enseñado, le ha hecho ver, le ha movido … No, a mi no. A mi el año no me ha dado ni me ha quitado nada. No. El año es tiempo, y el tiempo solo pasa, inexorable.
Las personas tampoco me han enseñado nada. No. Soy yo quien he decidido tomar partido o no ante sus hechos, sus actuaciones. Y es momento de agradecer. No a pesar de ello, sino, precisamente, gracias a ello.
Soy yo quien ha tomado la determinación de quedarme con lo acontecido, de analizar el comportamiento de las personas que han interactuado conmigo, de uno u otro modo, e interiorizarlo. Y no me queda otra opción más que agradecer.
En primer lugar a toda esa gente que hasta hace un año eran mis “compañeros”. ¡GRACIAS! Por ayudarme a valorar lo que de verdad importa. Por centrarme en la vida laboral. Y por hacerme ver que sigue quedando mucho trabajo por hacer. Por esos apoyos y esos silencios, por esas palabras de aliento y esos vacíos de realidad.
Por supuesto, a quienes han decidido cambiar de rumbo, por uno u otro motivo, dejando una huella imborrable de unos, una cicatriz aleccionadora de otros. ¡GRACIAS! Las improntas quedan, las cicatrices también. Y en ambos casos llevan implícita una inmejorable lección que aprender.
A las nuevas incorporaciones, las que han llegado de nuevo, Para quedarse o para largarse. Para permanecer o ser fugaces. ¡GRACIAS! En cualquier caso, siempre queda algo. Y sea lo que sea que me dejen, para mi es un regalo.
Y no puede faltar el agradecimiento infinito para esas amistades y familiares que siguen aquí. Con lluvia o sol, granizo o despejado, calor o frío… A pesar de las circunstancias y, sobre todo, a pesar de mi. ¡¡GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS!!
A aquellos que nos han dejado y, especialmente, sus familiares, que me han aportado grandes lecciones de vida y de despedidas.
Muchos nombres que, en un sentido u otro, en una u otra dirección, han provocado que yo me moviera, que avanzara, que EVOLUCIONARA.
Mi familia, madre, hermanas, primos, tíos ¡GRACIAS! … Pero sobre todo a dos personitas ( y su madre ) que han dado mucho este año por mi. Y que espero hayan sentido lo mismo hacia ellos.
Y me quedan poco menos de 5 dedos… Buenos amigos que incondicionalmente se han prestado a empujar hacia adelante. Sin mirar nada más que por la amistad que nos une.
Y una persona, una especial, que con poco que reciba es más que feliz, y que a cambio aporta tanto a mi existencia que, el mero hecho de verle radiante al terminar el año, a mi me da mucha vida.
Todos y cada uno podréis leer estas líneas (si queréis, claro). Todos y cada uno podréis reflexionar sobre cuál ha sido vuestro papel. Y todos y cada uno podréis sacar vuestras propias conclusiones. Las mías son sencillas: GRACIAS. A todos y cada uno de vosotros.
Y me despido con una de las frases que este año han supuesto mucho: “más efecto, menos razón; menos cabeza y más corazón”
¡Feliz (y agradecido) Año Nuevo!