y pasó un año …

Pues hace ya un año. Y aquí sigo, aquí seguimos. Vivos y coleando. Con más ilusión y ganas si cabe. Sí… Hace un año que firmaba mi «sentencia», la de mi vida, la que me concedía la custodia compartida de mis hijos. Contra todo pronóstico pero así fue.

Breve historia

Y en este año han pasado muchas cosas, unas buenas y otras mejores. Y hemos vivido muchas situaciones, unas majas, otras encantadoras. Y hemos tenido nuestros ratos de enfados y nuestros ratos de risas. Como en toda vida normal. Y al final, al echar la vista atrás, te das cuenta de que hemos sacado muchas cosas positivas, que hemos mejorado.

Claro que queda mucho por hacer. Y claro que nadie dijo que fuera fácil. Y no lo ha sido. Readaptación, recolocación, acondicionamiento de nuestras vidas a nuevas etapas, a nuevos alojamientos, a nuevas costumbres, y sí, también a nuevas manías, ¿por qué no? Siempre tratando de que sea positivo.

Y con nuevos elementos de convivencia, con situaciones que hasta hace poco eran inusuales para todos, hemos lidiado y henos aquí, un año después, tratando de formar un nuevo hogar un tanto distinto al anterior, pero con los mismos cimientos de amor, de comprensión, de trabajo, de esfuerzo…

Sueños y retos

Y de un sueño cumplido, pasamos a otros por venir. Porque somos así, porque cuando conseguimos un sueño, pretendemos conseguir otro. Y ¿por qué no? ¿Por qué no podemos llegar más alto si hemos conseguido alcanzar lo que ayer parecía inalcanzable? ¿por qué no proponernos seguir subiendo escalones y avanzando en el camino?

Y esos nuevos sueños conllevan nuevos retos, nuevas metas, que requieren nuevas energías, que no siempre encuentras. Por suerte, alrededor, hay mucha disponible, escondida en pequeños contenedores, como si de un videojuego de Sonic se tratara; la hay en las sonrisas de tus amistades, en el cariño de tu familia (sí, aún me queda familia), la hay en esos mensajes que lees a diario en los perfiles de la gente que sigues…

Y sobre todo, la hay en esas miradas legañosas y dormidas, cada mañana, cuando llega la hora de levantarse y apenas surge un gruñido sordo de debajo de las sábanas. Y en ese entusiasmo que reflejan sus pupilas cuando iniciamos algo nuevo, cuando cambiamos de sitio para cenar, cuando decidimos hacer una excursión, montar un “lego” nuevo, jugar al Cluedo (y ves su entusiasmo, su picardía, sus trampas para tratar de ganar…) o, simplemente, cuando podemos hacer una tarta nueva.

 Más y mejor

Eso es lo que queda. Hace poco vi en Facebook una foto de esas que llevan mensaje. Yo soy de los que “me creo” los mensajes. Y trato de ponerlos en práctica en mi día a día. No tengo un perfil en las Redes Sociales para “parecer” o “aparentar”. Tengo mis perfiles por lo mismo que me metí en su día en política: por tratar de ayudar y por hacer amigos. La reproduzco (la foto) aquí, al lado, y dice: “Tener hijos no te convierte en padre”. A continuación se pueden realizar varias interpretaciones, como la de la propia fotografía. Hay otras que añaden un:” …del mismo modo que tener un piano no te convierte en pianista”, por ejemplo.

Pues eso. Que yo no pretendo ser quien les dé todo hecho, no pretendo ser quien no soy. No estoy aquí para “ganar puntos” ni “ser su mejor amigo”. Mi única pretensión es que CREZCAN, sí, en mayúsculas; en todos los sentidos. Y que lo hagan lo más libres posible. Que aprendan a vivir, a querer, que aprendan a SER. Sólo así, serán capaces de llegar a AMAR.

Como hace un año, vuelvo a dar las gracias a todas las personas que, directa o indirectamente, han contribuido a que hoy esté escribiendo esto. ¡GRACIAS!

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