Noche de lluvia

Noche de lluvia

paraelviento.wordpress.com
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Ella estaba sentada en su despacho, enfrascada en su trabajo, con el ordenador casi echando humo, y las notas que había tomado para el informe a su derecha, encima de la mesa. La luz de su flexo era todo lo que iluminaba la estancia, amén de la tenue que se filtraba a través de la ventana.

Una leve vibración apartó su mirada de la pantalla por un instante. Sí, era él. Era uno de sus “tuits”, uno de esos que publicaba casi cada noche. Y ahora volvía a retomar el tema del balcón y el parque, de la princesa y su trovador.

Estuvo tentada de asomarse, como otras veces, por ver si podía localizarlo en los alrededores, agazapado, vigilando sus movimientos, desde uno de los muchos rincones y bancos del jardín. Pero se dijo a sí misma que no, que debía aguantar, resistir. No podía ponérselo tan fácil después de todo. Volvió a su informe.

A los pocos minutos una nueva vibración atrajo su atención. Claro que volvía a ser él. Pero … esta vez no era un tuit: era un mensaje directo, uno privado, que sólo podía leer ella: “¿sabes? me encanta ver tu silueta al trasluz e imaginarte así en mis fantasías…”

¡Buf! Suspiró por un instante, con fuerza, y de repente vinieron a su mente escenas pasadas de pasión y excitación incontrolable. Casi no se había podido recuperar cuando entró un nuevo mensaje. No quería mirar… Pero llegó otro. Y luego otro. Y otro …

“Me encanta imaginarte junto a la ventana de tu balcón, contemplando el exterior a través de la cortina, con tu bata que apenas cubre tu preciosa desnudez.

Mientras te entretienes buscándome por la calle, por el parque, con esa media sonrisa, y la luz apagada para que no te vean, sientes de repente unos brazos que llegan por detrás, y te atrapan en un abrazo fuerte pero delicado a la vez, en un abrazo apasionado y lleno de calor.

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Al respingo inicial sigue una sensación de placer mientras sientes mi beso cálido en tu cuello, y te vas dejando atrapar, echando la cabeza hacia atrás, y acariciando mi brazo por encima de tu hombro, al tiempo que cierras los ojos y te dejas apresar por los sentidos.

Tu cuello se tensa cuando lo recorro entre suaves mordiscos y besos, y mientras mis manos juegan con tus senos por encima de la bata, enervando tus pechos al suave roce del satén, tu boca se abre ligeramente para rogar en un gemido apenas audible que te bese.

Pero tus deseos hoy no son órdenes. Y mis brazos te apresan con más fuerza y tu espalda comienza a fundirse contra mi pecho. Y sí, me sientes, y tus gemidos crecen en fuerza e intensidad.

Mis manos ya han erizado toda tu piel, desde el cuello hasta tu monte de Venus, y tu sexo grita reclamando su parte, casi rogando que por favor le satisfagan con carácter urgente. Las contracciones son fuertes, intensas, provocadoras.

Tu boca, casi seca, también quiere beber de mis labios. Sin embargo se encuentra con un movimiento que la acerca a la ventana. Te quedas contemplando, a escasos centímetros del cristal, como fuera ha empezado a llover, y la gente corre por las aceras. Y tu temperatura aumenta de golpe. Te sorprendes a ti misma escuchando como pronuncias un claro y contundente “dámelo ya, dámelo todo”.

Y lo sientes. Sientes como te lo empiezo a dar. Y tu mirada se oscurece, la visión se vuelve borrosa, tus ojos se cierran y sólo tu voz es capaz de seguir emocionada cumpliendo con su cometido; tu respiración entrecortada y tu humedad delatan lo avanzado de tu excitación. No puedes parar, no quieres que pare. Así me lo dicen tus susurros secos de voz

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Y seguimos empañando la ventana de tu balcón, mientras tu cuerpo preso por la pasión se estremece sin control, sintiéndome dentro de ti, en una penetración constante y profunda, que desata todos tus vicios ocultos. Tus manos se apoyan con fuerza en el marco de madera, preparando tu cuerpo para recibir la oleada de placer final, mientras tu sexo muere de lujuria en lucha con el mío.

De repente la noche se quiebra en tu balcón, detrás del cristal, al tiempo que un relámpago con su trueno marcan el centro de la tormenta, y tu grito desgarrador confiesa que has llegado al clímax y que no puedes más.

Durante un par de minutos, sigues jadeando y gimiendo, apoyada en el cristal, sintiendo la fría lluvia del exterior, conmigo dentro de ti, y mis brazos rodeándote, dándote el calor necesario.

Nuestros cuerpos se separan; al tiempo que te enderezas, te giras para fundirnos en un abrazo y un beso que remarquen el resultado de un encuentro excepcional.”

Abrió sus ojos. Miró a su alrededor. Estaba sola. De pie, junto a la ventana de su balcón. Ella y la luz de su flexo, de su ordenador y la leve claridad de las farolas de la calle que se filtraba a través de la cortina. Recogió la bata del suelo y se abrigó con ella. Se asomó. Llovía afuera. Una sombra apenas perceptible cruzaba el parque, amparándose en la oscuridad de la noche, con paso lento pero seguro, disfrutando de la lluvia que caía sobre su cuerpo. No acertó a distinguir si era él o no cuando giró su mirada hacia el balcón, mostrando lo que a ella le pareció una dulce sonrisa …

De pronto, una nueva vibración de su móvil. Un mensaje privado. De él. Sólo una palabra. “¡GRACIAS!”

y tú, ¿qué opinas?

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